Las noticias falsas se han convertido en un verdadero problema en nuestra era digital. Pero hay formas de combatirlas con la tecnología. Aunque la propaganda no es un concepto nuevo y ha sido utilizada como arma a lo largo de la historia de la civilización, vivimos en una realidad que está aún más influenciada por la hiperconectividad y las constantes interacciones que experimentamos en los mundos real y digital. El auge de las noticias falsas en la última década puede atribuirse en gran medida a ese factor: la facilidad con la que se pueden crear, distribuir y consumir contenidos digitales a través de diversas plataformas digitales, desde las redes sociales hasta los sitios web y los mensajeros privados.
En esta era digital, la tecnología desempeña un papel fundamental en la configuración del panorama informativo. Sirve tanto de catalizador para la propagación de la desinformación, la información errónea, la mala información y las noticias falsas, como de herramienta para contrarrestar estos fenómeno. Esta sección pretende desarrollar una comprensión matizada de cómo la desinformación se manifiesta a través de la tecnología, el doble papel de la tecnología en la propagación y la mitigación de la desinformación, y la importancia de fomentar una mentalidad interdisciplinaria para analizar críticamente la desinformación a través de diversas plataformas tecnológicas.
Hay dos cosas claras. Una, que hay más posibilidades de consumir contenidos multimedia variados, desde vídeos en streaming a la lectura de boletines y blogs especializados. Dos, la gente en todo el mundo se ha acostumbrado al hábito de consumir tipos de contenidos a través de la frontera y de una variedad de fuentes. Pero lo que da miedo es que la gente tiende por naturaleza a confiar en la transparencia de los contenidos que consume en lugar de dar un paso atrás y evaluar la fuente antes de sumergirse en los contenidos.
La desinformación, la información errónea, la mala información y las noticias falsas pueden propagarse rápidamente a través de plataformas de redes sociales, sitios web y otros medios digitales, a menudo con consecuencias de gran alcance. Tecnologías como los algoritmos y los bots automatizados pueden amplificar la difusión de información falsa, a veces diseñada intencionadamente para engañar y manipular a la opinión pública. Reconocer las características y los mecanismos que subyacen a la difusión tecnológica de la desinformación es el primer paso hacia un análisis crítico.
Transmitir la información veraz ya no es la métrica estrella del Norte para quienes crean los contenidos. Más bien al contrario: Cuanto más "clickbaity", exagerado y pegadizo suene el contenido, mejor. Todo ello por el bien más preciado que circula hoy en día: la atención del usuario.
La tecnología no es solo un conducto para la desinformación; también ofrece herramientas y estrategias para combatirla. Los algoritmos avanzados, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático pueden ayudar a detectar y marcar la información falsa. Las plataformas de las redes sociales han empezado a poner en marcha iniciativas de comprobación de hechos y a promover la transparencia en el origen de los contenidos. Comprender el papel de estas tecnologías es crucial para desarrollar estrategias que mitiguen el impacto de la desinformación.
La inteligencia artificial es una de las mejores opciones diseñadas para complementar nuestros esfuerzos como humanos en la lucha por la verdad y contra la desinformación. Con su capacidad para entrenarse en muestras de datos de diversos tamaños y aprender rápidamente la capacidad de discernir patrones, identificar anomalías y predecir acontecimientos en el futuro, la IA está perfectamente posicionada para convertirse en una herramienta ideal para luchar contra la propaganda y minimizar el riesgo de información falsa viral.
Por supuesto, se puede argumentar que el poder de la IA puede utilizarse para lograr exactamente lo contrario de lo que esperamos. Con el auge de los vídeos deepfake en línea y la capacidad de la IA para aprender rápidamente, ha aumentado el aliciente de la desinformación utilizada con motivos y por razones equivocadas. Las personas deben rendir cuentas de sus actos, tanto si contribuyen a un problema como a una solución.
Analizar críticamente la desinformación requiere algo más que conocimientos técnicos: exige un enfoque interdisciplinar. La intersección de la tecnología con la psicología, la política y la sociología, entre otros campos, pone de relieve la compleja dinámica en juego. Reconocer estas interconexiones puede mejorar nuestra capacidad para evaluar la credibilidad de la información y comprender las implicaciones más amplias de los avances tecnológicos en la desinformación.
El panorama tecnológico evoluciona continuamente, con la aparición de nuevas plataformas, herramientas y metodologías. Mantenerse informado sobre estos avances es esencial para navegar por las complejidades de la información digital. Este proceso de aprendizaje continuo fomenta la adaptabilidad y prepara a las personas para identificar y responder mejor a la desinformación en un entorno digital en constante cambio.
La tecnología puede ser una poderosa herramienta para el cambio positivo siempre y cuando se empareje con esfuerzos significativos por nuestra parte como humanos para continuar autoeducándonos y por parte de las corporaciones para asumir la responsabilidad de autogobernar la calidad y fiabilidad del contenido que distribuyen. No es de extrañar, por ejemplo, que Twitter haya prohibido los anuncios políticos en su plataforma O que, en septiembre de 2019, Facebook y Microsoft anunciaran una iniciativa para colaborar y lanzar un concurso destinado a identificar vídeos que utilicen tecnología deepfake.